Paisajes de la zona donde pase mi infancia. (Imagen de wikipedia) |
Dicen que la patria de una persona es su infancia, mi patria yace ya enterrada en cuanto a lugares bajo los cimientos de un polígono industrial y en cuanto a personas, en un pequeño cementerio rural.
Es difícil aceptar que todas esas piezas que forman parte de recuerdos y vivencias ya no están. Esas personas que me chocaron por sus formas pues venia de un pueblo de hormigón y asfalto, donde lo rural era algo desconocido a meterme de lleno en un mundo de vacas, prados y otra forma de entender la vida. Esas personas para los que la tierra lo era todo y donde la luna les marcaba sus vidas decidiendo cuando debían plantar, podar, cortar madera…
Era gente que confiaba más en la palabra dada que en un contrato, que confiaba mas en una hierba que en las medicinas del médico. Gente que hacia cosas que en su día me costaba entender, como enramar puertas en san Juan, o echar cenizas del fuego de noche buena en la tierra y del de San Juan y que aunque ya no sabían por qué lo hacían tenían la necesidad de hacerlo.
Me acuerdo de esas amamas (abuelas) que en tiempos anteriores hubieran acabado bajo el yugo de la inquisición y que recomponían nuestros pequeños golpes, arañazos y rozaduras de nuestras tropelías infantiles con una sonrisa en la boca diciendo versos que en su día no entendía.
Prefiero esa patria infantil a esa otra que me dicen los que se sientan en cómodos sillones, lo malo es que la mía ya no está, le faltan demasiadas piezas a ese puzle.
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