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| Ni el mundo, ni la vida. |
Ayer en el club de lectura, una de nuestras compañeras llego tarde pues tenía cita con al cirujana que le iba a operar de un cáncer de mama que le acababan de diagnosticar hace poco. Lejos de irse a casa tras un diagnostico que solo por tener la palabra “cáncer” ya provoca pánico, decidió ir al club de lectura, se incorporo a la tertulia, donde tratábamos un libro con bastante “enjundia” como es “La cena” de Herman Koch lo que dio para un muy largo debate sin perder en ningún momento la sonrisa que le caracteriza y hablar de su problema con toda la normalidad y tranquilidad del mundo. Lo cierto es que hubo momentos que el silencio cuando esta compañera dejaba de hablar se cortaba con un cuchillo. Cuando se hablaba, me resulto sorprendente que lejos de hablar de temas que podían llevar a olvidar el tema o al menos al consuelo fueron de donación de órganos, testamentos vitales… como si hubiera un fatal desenlace planeando mientras que esta compañera no manifestó en ningún momento la mas mínima preocupación por un fatal desenlace. Su única preocupación era si la operación que será inminente le permitirá viajar a Cuba, pues esta mujer ha llevado siempre una vida muy viajera y esta continuamente de viaje a pesar de su avanzada edad (le calculo casi octogenaria)
Quienes me di cuenta que quedaron muy perjudicadas fueron las mujeres del grupo, tras su marcha tras las charlas post debate era como si una losa hubiera caído sobre todas ellas, si mientras estuvo presente tuvieran que desempeñar un papel de “no pasa nada” y el “hasta luego“de la despedida de esta mujer les liberara en cierta manera de la represión de sus sentimientos.
No es el único caso que he conocido de gente vitalista hasta el final. Hace un tiempo en este mismo blog escribí un post a una chica llamada Vero que ya no está con nosotros que mostro hasta el último de sus días una fuerza vital increíble.
Pero no son los únicos casos. Un tío mío también con un cáncer terminal, hasta sus últimos días desplego una vitalidad asombrosa, a pesar de que el cáncer le dejo en una silla de ruedas. Sus últimos momentos de lucidez fue en un teatro, quizás sabiendo lo que iba a venir después pidió estar separado de la familia y que le colocaran en otra zona del teatro el solo con su silla de ruedas en la zona reservada al minusválido. Allí perdió la consciencia que ya más no recupero hasta fallecer pocos días después.
Hace años, concretamente en el año 1995 recorriendo Gales, Inglaterra, Escocia e Irlanda un madrileño muy enclenque que tenía toda la pinta de enfermo, era la alegría del autobús, a pesar que había veces que se le veía que le costaba tenerse en pie. Sin embargo siempre estaba cantando o contando muchísimos chistes y ocurrencias. Siempre se “metia" con el resto de gente del viaje con buen gusto sin que ninguno se sintiera molesto por sus comentarios que eran más para sacar una sonrisa que para molestar. El ultimo dia del viaje Tras el cambio de direcciones, teléfonos y demás, empezó a bromear con San Pedro y que le llamaran a el que él se iba para el otro barrio y confesó que tenía una enfermedad terminal.
¿De dónde sacan la fuerza? No lo sé, pero me viene a la cabeza una frase de película que cuando iban a fusilar a una mujer mostraba una total entereza que sorprendía y una de las protagonistas dijo “hay muchas maneras de llorar”, quizás estas posturas sean solo una manera amable de llorar o sea un acto extremo de valentía y querer dejar este mundo no haciendo sufrir a otros por sus calamidades, o quizás sea realmente que asumen su enfermedad y la llevan en una plena alegría y esto es lo que más me gustaría.
Termino con estos versos que un dia escribi y que espero terminen siendo ciertos
"Negu gorria etorriko da
elur hotza nire buruan
Hala ere aurkituko nau
zutik, tente
nie begiak bere begietan"
"Llegara el crudo invierno
la fria nieve en mi cabeza
aun asi me encontrara
en pie, firme
con mis ojos en sus ojos"
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