No debemos dejar de contar historias |
Tristemente somos una generación que no da valor a la cultura tradicional y que no comprende su importancia. Siempre tuvimos ese falso complejo “paleto” por preocuparnos de lo que un día como sociedad fuimos.
Se dice que todo murió cuando se apagaron esos fuegos del hogar alrededor la familia y se contaban historias. Se dice que somos una generación perdida, que somos hijos de unos padres que emigraron del pueblo renegando de lo que un día fuero.
Hubo incluso un tiempo de esperanza que denomino la divulgadora de la música tradicional Vanesa Muela “Generación espontánea” en el que la tradición pasaba no de padres a hijos sino de abuelos a nietos porque algunos de estos últimos se interesaban por una tradición que no habían mamado de sus padres.
Algunos dicen que ya no quedan gente que recibió la tradición oral de sus mayores, en mi caso no fue así.
Yo recuerdo a mi abuela Aurea contarnos montones de cosas alrededor de la mesa camilla que en su momento por desgracia no di importancia y que hoy intento atesorar y recordar.
Recuerdo retazos de novelas
piadosas como aquel hombre que escucha de la boca de un cristo bebe de forma
milagrosa “Mañana estarás conmigo en el paraíso”, mas tarde vuelve a escucharlo
ya en un cristo adulto y le dice que se lo dirá tres veces y la última que se
lo dice en el monte Gólgota.¡Como me gustaria saber de que libro se trata!
También recuerdo alguna historia que apareció en algún pliego de cordel como la del soldado que usaba una baraja como biblia.
También recuerdo adivinanzas como “una señorita, muy aseñorada, siempre va en coche y siempre va mojada”
Chiste alguno incluso subido de tono, aunque de niño no lo entendía de un criado que dice llamarse “Calambre” en el momento de la contratación se mete en la habitación de la hija del señor de la casa y al decir “Papa, Calambre” contestaba este “Estira la pierna niña”.
Recuerdo historias jocosas que algunas casualmente me encontré en el libro de “Arlotadas y susedidos vascos” de Alberto San Cristóbal y Jesús Basáñez que luego encontré varios libros mas de diferentes autores de la época de la posguerra que recogían historias similares ambientadas en diferentes lugares como la del cura que ante las peticiones del pueblo de hacer una procesión para pedir luvia acede con la condición de que se venga con mucha fe y al llegar el momento de la procesión decide suspenderla por falta de fe ya que nadie había llevado paraguas.
Juegos y cuentos de miedo como el de una niña que tras pedirle su madre que traiga carne y al perder el dinero decide robar las entrañas a un difunto y este va a la noche a reclamar lo robado repitiendo una frase de “María, donde esta la asadura dura que has robado de mi sepultura” a lo que se decía “hay mama quien será, cállate niña que ya se ira”
También contaba alguna historia sucedida en el pueblo como la historia de una “endemoniada” que contenía elementos muy “góticos” como hostias ardiendo, torbellinos de aire que impedían la entrada a la iglesia de la pecadora y un largo etc.
Fui un afortunado desdichado y digo esta contradicción porque tuve la suerte de escuchar viejas historias de mi abuela y la mala suerte de no dar valor a esas historias antes del fallecimiento de mi abuela Aurea.
Mi abuelo Andrés también me dijo
más de un refrán y aunque no era muy de historias si recuerdo el cuento de
aquel hortelano cuyo burro se soltó y “podo” varias vides y viendo que estas dieron
mejores frutos fue como el hortelano aprendió a podar y por ello el burro “enseñó”
a podar.
Abuelos, allá donde estéis no os olvido.
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