Una maleta lo cambia todo |
Soy una persona que por cuestiones de la vida he nacido en una tierra y me encuentro en otra. Mi primera tierra Euskadi, tierra de acogida de numerosos emigrantes de quienes soy hijo me hizo tomar conciencia que a veces el ser de un lugar es algo difuso. Si bien siempre he sido vasco por eso de si quien nace en Andalucía es andaluz al menos administrativamente quien nace en tierras vascas es vasco.
Sin embargo incluso entre nosotros mismos hijos de inmigrantes siempre hemos tenido un cierto concepto de ser algo “separado” por un lado había una pertenencia “militante” de ser de un lugar incluso a veces siendo nietos de inmigrante, independientemente de lo que diga el carnet y la partida de nacimiento se sentían del lugar de sus ancestros. Otros sin embargo a pesar de estar unidos sentimentalmente a la tierra que nos vio nacer usábamos entre nosotros mismos frases sin el menor intento peyorativo como “tú que eres extremeño...” aludiendo en muchos casos a la tierra de los padres.
También es cierto que a veces se daban anécdotas curiosas. Cuando los hijos de estos emigrantes volvíamos al pueblo de nuestros progenitores y decíamos, “vamos de vacaciones al pueblo”, los hijos de la gente que por aquel entonces eran autóctonos durante generaciones, nos miraban con cierta envidia y había quien en su inocencia infantil pidió a sus padres “que se compren un pueblo que sus amigos tienen uno y el no”
Cuando por los motivos que seas cambias de lugar paras vivir aunque pasen décadas (en mi caso 11 años) independientemente de que tengas aprecio a la tierra que te acoge como es mi caso, y intentes ser uno más, no consigo tener esa sensación de ser de un sito concreto. Me deleito con al cultura cántabra y vasca a partes iguales, disfruto con igual deleite de un chuletón de Berriz que de un cocido lebaniego, me emociono igual escuchando una melodía cántabra que vasca, tanto me gusta leer una historia de lamias como de anjanas (personajes mitológicos, vascos y cántabros respectivamente), critico con igual saña cuando algo no me gusta independientemente de si es vasco o es cántabro, y cuando veo que algo me gusta en una de “mis dos tierras” lo echo a faltar en la otra. Sin embargo en demasiadas ocasiones me siento huérfano territorialmente hablando.
Sin embargo incluso entre nosotros mismos hijos de inmigrantes siempre hemos tenido un cierto concepto de ser algo “separado” por un lado había una pertenencia “militante” de ser de un lugar incluso a veces siendo nietos de inmigrante, independientemente de lo que diga el carnet y la partida de nacimiento se sentían del lugar de sus ancestros. Otros sin embargo a pesar de estar unidos sentimentalmente a la tierra que nos vio nacer usábamos entre nosotros mismos frases sin el menor intento peyorativo como “tú que eres extremeño...” aludiendo en muchos casos a la tierra de los padres.
También es cierto que a veces se daban anécdotas curiosas. Cuando los hijos de estos emigrantes volvíamos al pueblo de nuestros progenitores y decíamos, “vamos de vacaciones al pueblo”, los hijos de la gente que por aquel entonces eran autóctonos durante generaciones, nos miraban con cierta envidia y había quien en su inocencia infantil pidió a sus padres “que se compren un pueblo que sus amigos tienen uno y el no”
Cuando por los motivos que seas cambias de lugar paras vivir aunque pasen décadas (en mi caso 11 años) independientemente de que tengas aprecio a la tierra que te acoge como es mi caso, y intentes ser uno más, no consigo tener esa sensación de ser de un sito concreto. Me deleito con al cultura cántabra y vasca a partes iguales, disfruto con igual deleite de un chuletón de Berriz que de un cocido lebaniego, me emociono igual escuchando una melodía cántabra que vasca, tanto me gusta leer una historia de lamias como de anjanas (personajes mitológicos, vascos y cántabros respectivamente), critico con igual saña cuando algo no me gusta independientemente de si es vasco o es cántabro, y cuando veo que algo me gusta en una de “mis dos tierras” lo echo a faltar en la otra. Sin embargo en demasiadas ocasiones me siento huérfano territorialmente hablando.
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