Cartilla con la que aprendieron algunos padres |
Me gusta escuchar a la gente mayor.
Muchos de nuestros mayores se que llevan una espina clavada de que no pudieron haber estudiado. La escuela era un lujo que no todos podían permitirse, no por tener que pagar por asistir sino por depender la economía familiar de la mano de obra de los menores de antaño. Es cierto que el curso escolar se adaptaba a la economía del lugar suspendiéndose las clases en momentos claves de las labores del mundo rural, pero en ocasiones por carecer de padre o adaptarse a labores de los progenitores el no asistir era una constante.
Muchos decían con cierto tímido orgullo que sabían las cuatro reglas, es decir sumar, restar, multiplicar y dividir y leer y escribir, otros no fueron tan afortunados especialmente las mujeres donde no pudieron llegar a ello y ni siquiera pudieron acudir un periodo suficiente que les permitiría tener los conocimientos básicos de leer y escribir. Algunas mujeres, entre ellas mi madre, una afortunada que supo leer y escribir, se quejaban de que a las mujeres solo se les enseñaba a cantar, coser y rezar ¿Para qué más si su futuro era casarse?
Resulta que en 1970 el analfabetismo de los mayores de 25 años era del 12,8% es decir más de una de cada 10 personas no sabían leer de las que las mujeres formaban el mayor grupo por que los hombres al realizar el servicio militar se les daba nueva oportunidad dándoseles esa formación que carecían de niños.
Recuerdo que algunas madres recurrieron a un profesorado algo especial para poder aprender. Este profesorado era su propia descendencia. La gente se avergonzaba de decirlo, pero en muchos casos de forma clandestina esta gente aprendía de esas cartillas que se nos daban a los infantes. Recuerdo como una madre avergonzada, reprendió a su hijo por decir en público que su madre no podía ayudarle porque no sabía leer y como un compañero me dijo que su madre le cogía la cartilla por la noche para aprender a leer.
He sido profesor de gente mayor de 60 años en su momento nacida en torno a 1960 y vi que el nivel de conocimientos dejaba mucho que desear y vi algo que decía Jesús Quintero que antes la incultura se veía como una gran vergüenza y ahora se ve con orgullo. Había un alumno que decía con gran orgullo que ahora podía ayudar a su nieto con las tareas escolares. Otros alumnos contaban sus penurias como tener que cuidar ganado, trabajar en un bar negocio familiar, alcoholismo paterno… que les impidió estudiar y eso les daba pena.
Le dará pena a la adolescencia de hoy en día ese escaso interés por aprender. Lo dudo.