Algo que tarda en descubrirse |
Recuerdo hace años en torno a mis dos décadas de edad, atravesé una etapa de melancolía y una cierta desesperanza en mi creciente desapego a la religión católica. Vivir sin esperanza en un dios que sentía que era un engaño al que me habían sometido y empezando a sentir que un día iba a ser pasto de los gusanos me lleno de un profundo temor ante lo inevitable.
En un principio me dio por buscar en otras religiones tanto actuales leyéndome el corán que, si bien es cierto que no me aporto nada, si desmonta muchas de las tonterías que se dicen sobre los musulmanes, como desaparecidas como “El libro de los muertos” que no saque el más mínimo consuelo y era una sucesión de relatos sin aportarme nada que pudiera admirar más alla de mi interés por los mitos. Más tarde me dio por leer libros de filosofía oriental en una colección llamada “Arca de sabiduría” que se dedicaba a ello. Pronto empecé a tener un cierto rechazo a algunos libros que sus enseñanzas me recordaban a argumentos de sectas y si aprecié a milenarios libros como el Tao Te King o el Wen-Tzu del taoísmo, libros sufíes como “La sabiduría de los idiotas” o incluso algún libro que poco aporta al mundo religioso-espiritual pero mucho al enfrentarse a la vida como “El arte de la guerra” de Sun Tzu y de donde aprenden muchos hombres de negocios.
Buceando en esas páginas y buscando una respuesta, encontré multitud de frases de distintos autores como “Si tu mal tiene remedio ¿por qué te quejas? Si no lo tiene ¿por qué te quejas?” atribuidos por muchos a Confucio u otras frases que en su momento no las llegue a comprender en su totalidad que hablaban del deseo y el sufrimiento que este provoca especialmente en el budismo.
Sin embargo, años más tarde encontré una frase en una entrevista al ya fallecido Narciso Ibáñez Serrador “Chicho” dijo una frase que se me quedo grabada a fuego y que entonces no la aplique e incluso la desprecie pues decía “La felicidad no está en tener, sino en no necesitar”
Desconozco si es suya o no esa frase, pero hay otras muchas muy parecidas de la que destaco “No es más rico quien más tiene sino quien menos necesita”.
Yo reconozco que aún no me he despojado completamente de ese deseo de tener, aunque siendo honrado me siento orgulloso de mi mismo por lo poco que deseo. Entre mis deseos solo quiero un pequeño lugar para retirarme de vez en cuando y ya no necesito una cabaña en el monte, sino que un pequeño garaje me vale para tener mis libros que este es el principal motivo por el que quiero ese garaje y que sigue siendo uno de mis principales deseos. Aparte de esto mis deseos básicos son solo cinco y dos de ellos no son materiales que son salud y compañía y los otros tres son techo, cama y plato sin importarme más allá de que la cama me permita reposar y el techo me permita resguardarme a conveniencia pues el plato mientras calme mi hambre me vale lo que contenga.
Quizás esto venga por haber tenido la suerte y si digo SUERTE de haber pasado penurias largos años y después de una época de plena felicidad donde llegue a cobrar algún mes cerca de 5.000 euros (Si, habéis leído bien) de repente con eso de la pandemia volví a caer en la ruina de por una serie de circunstancias que me dejaron en la calle sin ningún tipo de subsidio y tuve que cobrar un solo mes afortunadamente ese “chollazo que hace que la gente no quiera trabajar” de unos pocos cientos de euros que no me llegaban ni para pagar cosas tan necesarias para tener un mínimo de vida digna como hipoteca, agua y luz y aquí vino lo bueno, pues a pesar de semejante bofetada me di cuenta que seguía sonriendo, y lo hacía sin esfuerzo.
Actualmente cobro mucho menos, trabajo mucho más pero también sonrió más y por ello doy gracias a la vida. Quizás mi sonrisa este en que no estoy preocupado en mejorar mi vida para estupidez que es pretender “ser más que otros” y si para ser feliz y en ello en mis planes no entran comprar un buen coche, o una enorme casa en el mejor sitio. Yo por ello no planeo en cosas para ser feliz, yo digo con alegría y felicidad, “¡YA SOY FELIZ!” cosa que podréis constatar cuando me veáis.