En el mundo infantil nunca faltan monstruos |
Esto me ha recordado mi infancia donde estos seres eran muy, pero que muy reales y aderezados con cosechas propias de nuestra imaginación.
Hoy en día cuando hablamos de esos mitos de todos los tiempos, le damos un giro hacia nuestra madurez en base a nuestros conocimientos. Si tomamos el tema brujas por poner un ejemplo, habrá quien diga que nunca existieron, otros que simplemente fueron mujeres que eran acusadas por la inquisición y quienes las vean como creyentes en una serie de pensamientos mágicos.
Nosotros de niños si nos habrían preguntado por ellas hubiéramos dicho que eran mujeres feas, que montaban en escobas y en ningún caso las hubiéramos visto como hijas de un padre y una madre, dando infinidad de interpretaciones a su existencia.
Pero no era el único ser “maligno” de nuestra infancia pues teníamos más, casi todos inspirados en mitos clásicos como vampiros, hombres lobos y otros a quienes temíamos como seres reales en varios casos.
Sin embargo había otros de dormitorio. Yo si me acuerdo que de niño cuando la habitación estaba a contraluz toda forma que había en mi habitación, bien fuera un juguete, ropa, o cualquier objeto su silueta se transformaba en lo que mi imaginación dictara, a veces en cosas agradables, pero otras muchas veces, también en monstruos.
También había muchos monstruos “reales” que los vivíamos en primerísima persona, uno era el monstruo que se escondía debajo de la cama o armario, pero este no me afecto mucho la verdad. Nunca me imagine un monstruo en el armario aunque si reconozco que levantarme de la cama de noche sentía un cierto temor al poner los pies en el suelo. El peor de todos era uno que nos hacia la puñeta a todos, o al menos quienes me rodeaban decían ser presas de sus ataques. Este “monstruo terrible” era algo que sentíamos en carne propia, algo que empezábamos a notar que nos tocaba en la cama y nos cubríamos con las mantas para protegernos y aun así seguíamos notando esos golpecitos que no eran otra cosa que el moverse de las ropas de la cama pero nuestra imaginación infantil no dictaba otra cosa que algo nos acosaba.
Cuando crecemos olvidamos esa mitología, pero aprece que surge espontáneamente en los nuevos niños.
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