Una de las muchas frases de Adares |
Conocí a Adares (Remigio González Martín 1923-2001) en una fría mañana salmantina. A pesar de la
fría mañana, de su avanzada edad y de su párkinson más que notable estaba en
una mesa vendiendo sus libros. A pesar del frio que invitaba más a guarecerse
que a estar quieto tras una mesa vendiendo su obra, no parecía incomodarle como
si estuviese inmunizado a ese frio salmantino que helaba hasta el aliento. En esa mesa mantuvimos una animada tertulia,
el con un cascabel al cuello, dando ese toque extravagante que suele distinguir
a los genios, nosotros con nuestro espíritu viajero-aventurero que nos invitaba
de continuo a hacer kilómetros y kilómetros. Nunca fuimos unos viajeros de cámara
en mano sino unos viajeros inquietos que lejos de buscar la foto que todo
turista estaba buscando para “cumplir” el ritual de viajar a un lugar, buscábamos
sensaciones, gentes, momentos, y desde luego que el calor de Adares es algo de lo
que aun guardo en mi baúl de recuerdo viajero. Adares fue como un viejo amigo
que llevas años sin ver y a pesar de ello hablas con él como si el tiempo no ha
pasado. La charla fue tan agradable que mientras estuvimos hablando con él se
disipo ese frio que tanto nos hacia ansiar un resguardo.
Hoy el facebook me ha recordado que un día hubo una gran persona con la que compartí un gran momento.
Como decía el respecto al momento de su ausencia “Solo la tierra sabe, cuando la sombra le falta”
Hoy el facebook me ha recordado que un día hubo una gran persona con la que compartí un gran momento.
Como decía el respecto al momento de su ausencia “Solo la tierra sabe, cuando la sombra le falta”
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